-Esplendor deshecho-
A la sombra del río
lo pensé esta tarde:
Compraré un pañuelo azul,
buscaré quien me lo doble para que
parezca cada doblez,
cada crencha de cabello de ese
pañuelo, un beso de mujer,
por ejemplo,
o una caricia de muslo joven,
por ejemplo.
Escribiré una nota de acompañamiento
con grandes caracteres y letras capitales,
orladas, curvaturas exageradas...,
que todo parezca de otra época,
de otro lugar,
de otra era
periclitada:
billetes para citas galantes
en noches de faroles fríos
guiados por la mano fiel de la camarera
de palacio.
Irán juntos pañuelo azul y nota dentro,
en un sobre, cuando ya no se estila
y todo es, el comer, el tren, el sexo,
rápido.
Su dirección escrita y 'a la atención de...'
viajando hacia su barrio, su frontera, y dormirán
noches enteras
en fríos almacenes bajo severos
retratos del Rey de España
y grandes relojes de pared baratos
parados a las cinco menos cuarto de un día cualquiera
ya pasado.
Llegará la carta a su apartamento
en las afueras. La abrirá, la echará,
rota, sobre el sofá y se reirá esa noche,
traidora,
con su hermoso amante de largos cabellos
y brazos fuertes como músculos
de inmensos bueyes legendarios:
-'¿Te imaginas, amor?'
-¿Qué?
-Me enviaron una carta.
-En estos tiempos...
No importará nada. El río silencioso
de la ciudad asesinada a gritos
se irá conmigo y entonces, amigos,
entonces ya estaré muerto.
¿Ya estarás muerto?
Sí, ya estaré muerto.
A la sombra del río
lo pensé esta tarde:
Compraré un pañuelo azul,
buscaré quien me lo doble para que
parezca cada doblez,
cada crencha de cabello de ese
pañuelo, un beso de mujer,
por ejemplo,
o una caricia de muslo joven,
por ejemplo.
Escribiré una nota de acompañamiento
con grandes caracteres y letras capitales,
orladas, curvaturas exageradas...,
que todo parezca de otra época,
de otro lugar,
de otra era
periclitada:
billetes para citas galantes
en noches de faroles fríos
guiados por la mano fiel de la camarera
de palacio.
Irán juntos pañuelo azul y nota dentro,
en un sobre, cuando ya no se estila
y todo es, el comer, el tren, el sexo,
rápido.
Su dirección escrita y 'a la atención de...'
viajando hacia su barrio, su frontera, y dormirán
noches enteras
en fríos almacenes bajo severos
retratos del Rey de España
y grandes relojes de pared baratos
parados a las cinco menos cuarto de un día cualquiera
ya pasado.
Llegará la carta a su apartamento
en las afueras. La abrirá, la echará,
rota, sobre el sofá y se reirá esa noche,
traidora,
con su hermoso amante de largos cabellos
y brazos fuertes como músculos
de inmensos bueyes legendarios:
-'¿Te imaginas, amor?'
-¿Qué?
-Me enviaron una carta.
-En estos tiempos...
No importará nada. El río silencioso
de la ciudad asesinada a gritos
se irá conmigo y entonces, amigos,
entonces ya estaré muerto.
¿Ya estarás muerto?
Sí, ya estaré muerto.
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