martes, 10 de julio de 2007

-Sillas-


"Ángeles prohibidos por el amanecer"
(Vicente Huidobro)

Sillas.
Habían llovido sillas hasta hacerse madera,
de la madera se fue fraguando la carne,
nudosa,
hasta que dio tu figura intacta y
un corazón en astillas, latiendo.
Estabas desnuda como el primer árbol,
seca como la primera yesca,
sola como el primer adiós,
qué cursi...,
y quise estrangular los grillos,
el grito de la zarigüeya
como una flauta
amaneciendo frente a un mar perfecto.

No dudé.

En la enredadera severa de los arcos
que sujetaban una porción de planetas
a tu carne busqué tu nombre entre millones
de kilómetros de película, y apareció siempre:
una vez, otra, otra y otra más en el oscuro
grito de la tierra dolorida que te echa de menos;
en el giro y crepúsculo
asesinado, velo oscuro de la noche,
ensangrentada, giróvaga,
donde tenemos los arcos que construyen
estrellas de luz como común
sangre muda, aturdida, que va
envalentonándose
al hígado de celulosa, y se hace verde,
vida que muere,
sierra, cepillo, garlopa,
tapiz de formones,
martillo de orejas,
clavos,
clavos,
clavos,
sillas.

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