domingo, 30 de septiembre de 2007

-Corazón de domingo-


-Corazón de domingo-


Voy desnudo el corazón de domingo

a donde el río canta

más sencillo

que estas oscuras palabras.


Voy pensando en ti todo el tiempo,

en qué sabes, y llego así al nacimiento

del lenguaje, de estos versos

como labios.


Finitud de las calles, inicio del dolor,

¿cómo volveré a casa este martes

intransitable de sábados

que quisieran agonizar en tu pecho?


¿Cómo escribiré para que me entiendas?

Cómo, al leer, esto, simplemente

supieras: ¡sí, soy yo, lo sé,

soy yo!

miércoles, 26 de septiembre de 2007

-Dolor-


-Dolor-

No sé qué es la rabia,
pero el dolor es cuando los colores
se funden hasta dar vergüenza;
el dolor es cuando quieres hablar
al arco que flota, y no te deja;
el dolor es una áspera voz
de indiferencia; el dolor
es el miedo; el dolor son tus ojos
clavados en los suyos;
el dolor es cuando los muertos
vuelven a morir de nuevo;
cuando quieres decir
que amas, que sientes, que
vives a lomos de caballos
poderosos,
y no debes;
el dolor es una cena fría,
una televisión en una esquina
sin regazos; el dolor es cuando
piensan que has cambiado
y no te dan derecho
a ser otro;
el dolor es el grito de una madre;
el dolor es un padre;
el dolor es la conciencia de fracaso;
el dolor es la soledad escrita,
el futuro, el presente y el pasado.

Y, no lo sé, a lo mejor tampoco es dolor,
tampoco, a lo mejor,
sí, sólo es rabia.

martes, 18 de septiembre de 2007

-El puente-


-El puente-

Han construído frente a tu casa
un puente transparente para
que yo vea tu sombra cuando vuelves
del trabajo y piense en ti toda
la inmensa noche que nos separa.

Vuelas desnuda el tráfico
y giro la cabeza mientras me voy
aun a riesgo de morir contra la carne
que se alza.

Amor, qué larga es esta noche maldita
de flores que escapan por los techos.
Aspiro sólo a que remonten las estrellas
su carro circular para verte

sobre el puente de cristal
que todos creen construído
con ásperos tallos de acero.
¿Pero acaso no tienen ojos?

domingo, 16 de septiembre de 2007

sábado, 15 de septiembre de 2007

La batalla de Argel


Con su película de 1965 'La batalla de Argel', Gillo Pontecorvo se alzó con un merecido León de Oro en el Festival Internacional de Cine de Venezia. Recostrucción pseudodocumental, minuciosa y obsesiva de la batalla por la liberación de Argelia en manos colonialistas francesas a cargo de un Frente de Liberación Nacional muy alejado de los postulados confesionales islamitas que, tristemente, recorren hoy el mundo árabe y más cerca de una concepción maoísta de la guerra de guerrillas, la película es un homenaje a todas las luchas del Tercer Mundo por sacudirse el yugo colonialista y un retrato de las profundas injusticias que todo regímen imperialista, incluso el más benévolo, acarrea para quienes lo sufren.

miércoles, 5 de septiembre de 2007

Supertramp -Retrospectacle-


Con el permiso de los Bee Gees y de Tony Manero, a cuyo ritmo bailaba, Supertramp (los supervagabundos) suenan a puros años setenta, a pantalones de campana, a bolas de discoteca, a lentejuelas brillantes, a resaca de verano de amor, a fiebre, a teclados felices y sueños en papel de empapelar paredes. Aunque las voces agudas de Roger Hodgson y Rick Davies y el desarrollo musical del grupo en general no son para tirar cohetes, 'Supertramp' es una delicia posbeatle, un sueño cursi mccartneynano cuando McCartney ya era cursi, pasado por el tamiz de alguna cutre discoteca para camioneros de las afueras del Wilthsire. Tienen lo mejor de Badfinger, y también lo peor, su superficialidad, aunque no pueden cometir con la extremada sensibilidad suicida de los chicos bonitos de Apple. Sus arreglos son perfectos para leer los libros de Krishnamurti, que entonces estaba de moda en la Europa mística que volvía ebria y frustrada de Katmandú, al mismo tiempo y descansar de las euforias drag de Queen o del bigote de los presentadores televisivos.


Hoy pasto de las radiofórmulas, una moda imprevista, vaya a saber por qué, hay que escuchar a Supertramp por fin sin complejos y reirse un poco de sí mismo o de ellos. 'Retrospectacle' es la antología de Supertramp, 32 canciones que incluyen clásicos de todo picnic que se precie como 'The logical song', 'Dreamer', 'Breakfast in America' o 'It's raining again'. ¡A disfrutar!

Cash -American III Solitary man-


Vapuleado por Mercury Records a finales de los ochenta, la carrera de Johnny Cash parecía acabada en 1991: el antiguo píncipe de los presidios olvidado y su legado un montón de discos criando polvo en las disqueras de medio mundo. Sin embargo apareció en su vida el tramposo y barbado Rick Rubin: productor autodidcta de hard rock que le ofreció grabaciones sencillas pero de calidad, un catálogo nuevo a base de covers de grupos y solistas totémicos para la generción de indies y modernos y la popularidad y el reconocimiento perdidos.


El resultado son los cinco discos con American Recordings: un Johnny Cash maduro y en franca decadencia vocal que se apaga con el doble de intensidad de disco a disco dejándonos en el camino momentos tan musicalmente estremecedores como su voz rota y moribunda en la versión del clásico de Lennon-McCartney 'In my life'.


Amerian III. Solitary man incluye temas propios de nueva factura y otros de Tom Petty, Neil Diamond, U2 o el airado australiano Nick Cave. 'Qué suerte tiene el viejo sol que sólo tiene que girar todos los días alrededor del cielo'
Saludos.

La ciudad y los perros


Tras el experimento literario menor, la doma de caballos, que supone para Vargas Llosa la escritura de los cuentos contenidos en 'Los jefes' (algunos de ellos evidentes abortos de novelas que nunca fraguaron) nos encontramos con su primera novela: 'La ciudad y los perros', una obra de inusitada madurez en forma, tema y contenido para la juventud del autor (27 años) y que, al mismo tiempo, no deja de reflejar las constantes de toda opera prima novelística al usar una viviencia real traumática, su estancia en el colegio militar Leoncio Prado, como punto de partida para su ficción dramatizada. Vargas Llosa, dentro del más puro realismo crítico, toma elementos de la realidad, los eleva mediante el prisma de la literatura y logra un mosaico que en apariencia se atiende a la forma básica del relato: introducción, nudo, desenlace. Pero que, mediante una arquitectura singular, se bifurca en un abanico de voces, flashbacks y anticipaciones que enriquecen los puntos de vista y la conceptualización básica del edificio narrativo.


La trama es bien conocida y harto sencilla: a raíz del robo de un examen de Química en el colegio militar Leoncio Prado por parte de unos cadetes de quinto, y de la delación del culpable a manos de un chico tímido y frecuentemente maltratado por los más duros del colegio, comienzan a aflorar las diferencias entre ellos, los odios soterrados y la deshumanización que les ha impuesto tres largos años de internado castrense. La novela es, dentro de la mejor tradición existencialista, la búsqueda de la rehumanización por parte de quienes se han visto privada de su humanidad natural para convertirse en 'hombres', proceso a la inversa de la novela de formación alemana, ya que aquí lo que se provoca es una deformación en todos los sentidos y ámbitos de actuación. Y en ese sentido me parece importante hacer notar la deformación o, digamos, la perversión de todo lo que es natural, sensible o bello producida por el corsé militar; ya que lo que se supone una educación no es tal. En el espacio psicológico del Leoncio Prado todos los elementos debemos leerlos en clave invertida: los alumnos no son alumnos sino perros, los profesores no son tal cosa sino militares desterrados en búsqueda de destinos mejores y ciegos a las normas militares; los exámenes son ejercicios de batalla y los ejercicios de batallas exámenes; los animales seres humanos y el ser humano animalizado y, por último, la formación de la personalidad deformación de la misma ya que lo único que los chicos aprenden en el colegio es a ser trileros, delincuentes y, en el mejor de los casos, a adquirir todos los vicios conocidos por pura rebeldía ante lo prohibido.


Es curioso, dentro de las viviencias de los muchachos que se nos describen prolijas en surtidos saltos de tiempo que Vargas Llosa ejecuta con habilidad, cómo el amor de una mujer nucleariza el drama y lo condensa en un trío fantasma y secreto. Tanto Alberto, 'el poeta', como Ricardo, 'el esclavo', como Jaguar se definen por tener dos nombres (aunque nunca sabremos el nombre de Jaguar), dos vidas por tanto: la de la institución militar y la civil; la de la ciudad y los perros que ellos son. Y esa doble vida esconde una pasión irrefrenable por Teresa, el objeto amatorio de los tres a diferentes niveles y en diferentes momentos que los iguala en una escala pasional a pesar de ser tipos humanos y sociales muy divergentes. Lo que el aparente igualitarismo por la violencia del Leoncio Prado no consigue con sus consignas, sus uniformes y sus marchas, lo consigue la pasión, lo que lleva a la pregunta: ¿para qué sirve exactamente la instrucción militar que reciben? Precisamente, según Vargas Llosa, para todo lo contrario, para arrojar del hombre aquello que le es más querido y por lo que está dispuesto siempre a luchar: la esperanza de una vida mejor donde sus sentimientos triunfen y sus deseos se vean colmados. La persecución implacable que entre los cadetes se hace de la sensibilidad ('o friegas o te friegan', llegan a decir en un momento) es lo que en última instancia provoca la delación de 'el esclavo' a sus superiores del hurto del examen y el surgimiento de la tragedia. Porque esos jóvenes, en medio de la brutalidad inmisericorde, se dan cuenta de que la única manera de progresar, de ser mejores personas, de respirar, es abandonar los muros del cuartel y abrazar el torso de la mujer que quieren. Por ello llega la traición: es el deseo de ser mejores personas, de recuperar su alma 'humana' lo que hace aflorar al chivato. 'El esclavo' no es culpable en la medida en que es el único, frente al petulante y ambiguo Alberto que no duda en pervertir sus dotes literarias para adquirir poder y espantar el fantasma de la sensibilidad femenina del escritor, que está dispuesto a darlo todo por escapar del encierro y ver a Teresa; está dispuesto a entregar a sus amigos, que él cree no le quieren, por sentirse un hombre. ¿Cómo no leer esto a la luz de los libros de Primo Levi, por ejemplo, y no emocionarse?


Por último reseñar lo curioso del título, la dicotomía que se establece desde el epígrafe entre la ciudad, con todo lo que esa palabra conlleva de carga semántica, histórica, etcéteram y los perros, como entidad animal alejada del espíritu ciudadano y definida por su bestialidad. La presencia siempre salvífica de la ciudad, llena de luz, de amigos, de paisajes, de vida, de cambio; frente a la uniformidad invariable del colegio, su tendencia a que nada cambie, a mantener el orden corrupto que lo sostiene detrás de sus muros pase lo que pase. La reivindicación del joven Llosa por la ciudad y los valores ciudadanos me parece importante para entender la particular ideología tan variable en el tiempo de este autor.

martes, 4 de septiembre de 2007

'Los jefes', de Mario Vargas Llosa






'Los Jefes' es la primera obra narrativa de Mario Vargas Llosa, seis cuentos donde está presente la violencia instintiva, la hombridad, el desafío a la autoridad, la muerte y el rol social, espacios temáticos que casi resumen la carrera novelística del autor de Arequipa.


En el cuento 'Los jefes', que da nombre a la recopilación, se prefigura el mundo de militares y cadetes de 'La ciudad y los perros': los alumnos de una escuela discuten bravamente sobre quién asume el mando y se convierte en el jefe de una revuelta estudiantil contra las normas abusivas del director; en 'El desafío' un padre consiente el linchamiento hasta la muerte de su hijo por atenerse a las no escritas reglas de qué es ser un hombre; en 'El hermano menor', como decía Roberto Bolaño, asistimos a un episodio caciquil donde también se asoma la pelea y la autoridad como fuente repugnante de poder; en 'Día de domingo' una apuesta por causas de amor entre dos enemigos irreconciliables acaba con una burla expresa de los desafíos por ver quién corteja a una chica; en 'Un visitante' aparece por primera vez el sargento Lituma, personaje carismático de Vargas Llosa, envuelto en un relato de obediencia ciega a las normas contra toda humanidad y, por último, en 'El abuelo' un viejecito juega con el terror que causa la muerte para escapar de su aburrimiento y llamar la atención de sus seres queridos.