lunes, 27 de noviembre de 2006


-Pequeños momentos para componer una sinfonía de la tarde-

No me doy cuenta y la luz
se va desdibujando en su tribuna
Yo
reúno pequeños trozos de papel
llenos de sonrisa fresca,
como recién cortada. Si supiera pintar
como tú te pintaría un cefalópodo
con todas sus partes; yo lo haría turgente,
travieso y casi sincero,
como te imagino al anochecer, y
luego le pondría un sombrero Stenton
de vaquero y lo dejaría frente a tu puerta
sin espuelas.
Lo sé, moriría de tristeza.

Y si reuniera el considerable valor
necesario para decirte dos palabras
no dibujaría nada en absoluto
y bebería el salitre de tus ojos en silencio
hasta hacer un río dulce, lleno de leche,
donde, hacia poniente, nadara
una niña, tú, que nunca se cansara,
¿lo imaginas?
Tienes un lago en el mirar y no lo sabes.

Pero como no tengo valor, como me falta
a veces un corazón para mi garganta,
como no sé dibujar la carcajada
de la flecha, enmudezco y con mi
aguja voy tejiendo estos
momentos de la tarde
que lanzo al espacio,
al baile de la soledad
con su pulmón sin aire,
a tu vacío.

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