miércoles, 29 de noviembre de 2006

-La luz de tu mirada-


-La luz de tu mirada-


La luz de tu mirada viene enamorada

hasta su obra: este trabajo, esta nada

que se alimenta de tu retrato,

este todo que no alienta

apenas su candela, la llama

necesaria para andar en la grama y

cada día, o cada muerte, cuando

resucito velando en ti,

viviendo en tú

ese instante,

cuando deslizas el jabón por su

espuma, la boca por su

saliva, la carne por su

esponja... que todo, todo lo que en

otros sea origen en ti sea destino:

el fruto de la piel,

la escama del pescado,

y la yema fetal del huevo

alentando pollitos de colores.

Y todos a la vez: huevo,

fruto, pez, lo mismo macarrones

fríos que cuchillos desafilados,

que tomates verdes podridos,

presentan sus armas, embrazan

sus cabellos, muellen las flores,

sacuden sus mandiles a

barlovento cuando yo se lo ordeno a

esas horas tan tempranas donde

hasta el sol me aguarda y podría

jurar que soy el dueño del pájaro

y del ratón de campo y de las nueces

de la ardilla, amo lo mismo del humilde

cárabo falto de sueño que de

la alondra remolona,

señor de los desayunos de crema y

fantasía, y podría ordenar a mis vasayos:

la legaña, la almohada y la resina,

que te sirvieran pleitesía

como a una reina de muselinas

cubierta sí, milleflor,

fuera a merecer la pena, si

obras en ti fueran amores hoy

o mejor ayer cuando los necesitaba

como un huracán en mis ondas

y te llamaba articulando todas tus vocales,

no son tantas, y no estabas en aquella

luz que venía de tu amor

y bajaba a mi boca

maltrecha,

cojitranca,

malhablada,

silenciosa.

Así es la vida, cáscaras.

Así soy quien era, quien escribe,

quien soy, quien fuera.

Dame un aplauso al menos,

desalmada,

que son las dos de la madrugada y, canso,

desmayo y enflaquezco

para ir de mayo desmayando tu malla

contigo.

Cierro los ojos,

abro los postigos de mis ojos verdaderos:

la luz de tu mirada viene...

y no me ama.

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