-La luz de tu mirada-
La luz de tu mirada viene enamorada
hasta su obra: este trabajo, esta nada
que se alimenta de tu retrato,
este todo que no alienta
apenas su candela, la llama
necesaria para andar en la grama y
cada día, o cada muerte, cuando
resucito velando en ti,
viviendo en tú
ese instante,
cuando deslizas el jabón por su
espuma, la boca por su
saliva, la carne por su
esponja... que todo, todo lo que en
otros sea origen en ti sea destino:
el fruto de la piel,
la escama del pescado,
y la yema fetal del huevo
alentando pollitos de colores.
Y todos a la vez: huevo,
fruto, pez, lo mismo macarrones
fríos que cuchillos desafilados,
que tomates verdes podridos,
presentan sus armas, embrazan
sus cabellos, muellen las flores,
sacuden sus mandiles a
barlovento cuando yo se lo ordeno a
esas horas tan tempranas donde
hasta el sol me aguarda y podría
jurar que soy el dueño del pájaro
y del ratón de campo y de las nueces
de la ardilla, amo lo mismo del humilde
cárabo falto de sueño que de
la alondra remolona,
señor de los desayunos de crema y
fantasía, y podría ordenar a mis vasayos:
la legaña, la almohada y la resina,
que te sirvieran pleitesía
como a una reina de muselinas
cubierta sí, milleflor,
fuera a merecer la pena, si
obras en ti fueran amores hoy
o mejor ayer cuando los necesitaba
como un huracán en mis ondas
y te llamaba articulando todas tus vocales,
no son tantas, y no estabas en aquella
luz que venía de tu amor
y bajaba a mi boca
maltrecha,
cojitranca,
malhablada,
silenciosa.
Así es la vida, cáscaras.
Así soy quien era, quien escribe,
quien soy, quien fuera.
Dame un aplauso al menos,
desalmada,
que son las dos de la madrugada y, canso,
desmayo y enflaquezco
para ir de mayo desmayando tu malla
contigo.
Cierro los ojos,
abro los postigos de mis ojos verdaderos:
la luz de tu mirada viene...
y no me ama.
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