domingo, 3 de diciembre de 2006

Algo tuyo


-Algo tuyo-

Pienso que no merezco el derecho
a molestarte
cuando me anuncias, cansada,
que tú también estás sola
en la casa, ya la tarde acabada,
desatenta, desasosegada,
después de horas de ardua tarea.

Corrígeme si me equivoco,
abeja guapa y laboriosa,
pero te imagino a la carrera,
las pestañas ahumadas,
un desarreglo en el pelo,
un siete en la chaqueta,
la sangre de los bolígrafos
marcando tus venas.

Y oigo,
oigo tu voz, no creas.
Me levanto y pongo mi oído
al ciclo de la ventana
y, en punto, tu frágil voz rota
de bruja de escuela
llega a mí y apenas es me consuela.
Guardo tu voz bajo la almohada,
me acurruco como un pez sobre ella,
y así, en el silencio memorial
de mi cementerio,
tú me hablas por fin como
yo quisiera que me hablaras:
despacio, humedeciendo
todos los fonemas,
en un tono tan bajo que pareciera
que esa voz existe
sólo por nosotros.
Pero apenas eso tengo, tu voz
y algún que otro consuelo:
pequeñas imágenes de ti en sueños,
o tú mirando la fuente de los mismos,
o tú sonriendo junto a una sombra,
o tú viendo de frente el más espeso
de los agujeros: yo.
¿No ganará el día a su victoria?
¿No vendrás conmigo a escuchar las
ragas de los vientos?
¿No querrás mirarme a la frente,
sorberme los ojos,
soplarme las cejas,
dejarme sin manos, sin uñas
y sin dientes
para ser todo tuyo,
tú entero,
a tu imagen y semejanza?

Y ahora ya sólo espero
que como un cuervo, que como una
hiedra, igual de alegre que el mugido
de la luna o el fragmento
tartamudo de sinfonía,
vengas aquí, a este bálsamo,
donde hay algunas risas
y todo, todo lo que existe,
es ya algo tuyo.

No hay comentarios: