viernes, 8 de diciembre de 2006

"Hard candy"


Dentro de las películas de la modernidad rodadas en un estilo cercano al video-clip y que tratan de moralizar sobre un problema social complejo (en este caso la pedofilia), quizá una de las más notables sea "Hard candy", opera prima de David Slade que traslada al espectador al nudo de una confrontación de base thrilleriana bis a bis y, mediante una sutil técnica de anagnórisis, se permite sentar cátedra aobre la moral, el bien y el mal, el uso proporcional de la fuerza para hacer frente a una fuerza aún mayor y la reivindicación de las víctimas de los pedófilos.
"Hard Candy" se abre con la imagen de la pantalla de un ordenador donde está teniendo lugar una charla en un "chat", algo a lo que nos acostumbró ya la pedestre "Tienes un email" y la más interesante "Closer" y que, me temo, habrá que ir haciéndose a ello. Se acabaron los teléfonos blancos y no se puede vivir siempre instalados en la nostalgia Están conversando, enmascarados bajo sus respectivas "identidades, Hayley (Ellen Page), una adolescente de 14 años que pasa por sensual, lista e "inocentemente" encantadora y Jeff (Patrick Wilson), un fotógrafo profesional ya en la treintena que siente un morbo especial por las jovencitas (o "hard candys" en inglés), pero que se vende como maduro, interesante y respetable. En esa conversación deciden conocerse y, a tal efecto, quedan en un café donde Hayley fascina a Jeff, acabando la jornada en la casa del segundo.
Cuando se encuentran allí, beben cócteles de vodka y hacen una sesión de fotos donde Hayley se muestra sugerente. Parece que Jeff se lo ha montado bien… hasta que su visión comienza a nublarse y, en una escena dirigida en exceso con artes de video musical (ralentizaciones, flashs), se desmaya hasta perder el conocimiento, drogado. Al despertar se encuentra atado a una silla y entonces comienza su pesadilla, el tormento físico y emocional que, a modo de expiación, le llevará a pagar por sus culpas, porque Hayley está convencida de que Jeff no tardará en confesarle que no es ella la primera adolescente a quien ha seducido y, además, está segura de que su prisionero sabe lo que le ocurrió a Donna Mauer, otra adolescente que desapareció y fue encontrada muerta.
El resto de la película es un brutal cara a cara físico y psíquico que bebe de "Mujer blanca soltera busca" donde se incluye una escena de castración, rodada, tranquilos, con una maravillosa capacidad de ocultamiento que remite a la famosa oreja rebanada de "Reservoir dogs" y donde el padecimiento físico de este vulgar delincuente se entremezcla con retazos de su vida sentimental pasada, consiguiendo que la película vaya más allá del panfleto y la casquería barata. Realmente el guionista, Brian Nelson, al igual que hizo Charlie Kaufman en "Olvídate de mí", está más interesado en los procesos interiores psicológicos humanos, en ir desvelando paso a paso la fuente del mal, lo más oculto del ánima humana, y en este caso repulsivo, que en entretenernos con hora y media larga de persecuciones y planchazaos en la cabeza, algo de lo que adolecía el referente arriba citado. La película es una película psicológica, de diván, salvo porque está fiilmada con pistolas y cuchillos en las manos y grandes dosis de oscura justicia.
El filósofo Harry Frankfurt señalaba recientemente en su famoso libro "On bullshit, sobre la manipulación de la verdad" que para que alguien sea racional es preciso que haya cosas que ni siquiera se le ocurran o que, en caso de que se le ocurran, se le muestren como inconcebibles. Desde esta perspectiva "Hard candy" tritura a los pederastas llevándolos al borde del abismo e su moral en todos los planos vitales literalmente. Una película necesaria en estos días nihilistas a contemplar inteligentemente. Premiada en Sundance, por cierto, lo cual no sé si es bueno o malo.
Saludos.

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