domingo, 3 de diciembre de 2006

Un texto de Mada

Hay veces en que el camino está marcado y uno sabe o intuye qué personas va a encontrar, qué pasiones le van a acechar. Hay un mundo de encuentros fortuitos pero ordenados: los compañeros del trabajo, de la Universidad, de la nueva escalera o los amigos de los amigos. Pero también hay, todos los días, a todas horas, caminos no marcados, encuentros no esperados y necesariamente fugaces, carambolas del destino que nos enriquecen y que, ay, casi nunca duran: una mujer o un hombre al otro lado de la acera, un extraño en un autobús o, peor aún, andando por la ciudad mientras a ti te arrastra la velocidad, un nombre perdido en Internet...

Este fue uno de esos encuentros. En un chat que no recuerdo (yo que escasamente los frecuento), me tropecé con Mada, mallorquina, divertida, sentimental, llena de sueños y de alegría, de niños pequeños. Lo que en principio debió ser algo pasajero, una conversación más, se convirtió en una conversación prolongada que seguimos durante días, ya va para años.

Mada y yo no nos conocemos personalmente. Quizá no nos conozcamos nunca. Tampoco hablamos todos los días. Podemos hablar una vez a la semana y luego estar cuatro meses sin saber nada el uno del otro; sin embargo, siempre volvemos a contarnos algo nuevo, nuestra última travesura, nuestra última locura o nuestra última desgracia. Ella sabe cosas de mí antes de que yo las sepa incluso o las intuya: a qué temo, a quién amo, por qué seguir escribiendo sin esperanza alguna. Yo admiro su forma de vivir, todo corazón, toda sonrisa grande en la boca, todo cascada desmesurada, prodigiosa; todo exhuberancia mediterránera azul y verde del amanecer, llena de luz, llena también de poesía.

Ahora Mada ha decidido convertirse en una samurai, cruzar el espejo y mandarme un texto de su puño. Es para mí un honor dejarlo en este blog, y un privilegio. Así al menos, ya que no nos conoceremos, es como si estuviéramos trabajando en lo mismo o, aún mejor, es como si estuviéramos a la sombra bajo un árbol compartiendo lo que siempre permanece: el silencio.


"Hay veces en las que crees que el camino está marcado, que no existe margen para la suerte o la lucha. Hay dias en los que te apetece tirar la toalla, dejar el mundo de lado y quedarte en tu infierno. La melodía no cambia.

De repente conoces a alguien que te hace sonreir, a mi me pasó. Conocí a un pequeño que me hizo sentir diferente, humana ... hasta entonces luchando contra mi misma, intentando gustar a todos. Estaba muy cansada.

Empecé a pasear, a sentarme en los portales y a mirar a la gente. A coger mi cuaderno y plasmar en él mis sentimientos. A veces eran demonios que surgían con ira, otras eran naturalezas muerta (como yo lo estuve una vez). No tenía tiempo de pararme a mirar lo hermoso de todo lo que me rodea."

(Mada)

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